miércoles, 29 de agosto de 2012

Carta bomba

Escribes mejor cuando es para mí. Con tu retórica confusa. Con tu pasión. Sin aliento. Con arte funambulista que desciende por mi costado hasta tu ombligo, que en el quinto cielo de cualquier religión se engaña y se somete al ateísmo. Con garra. Sin fuerza. Que invertir en ti era una auténtica quimera. Pero ya ves, invertí, y el Jueves Negro de Wall Street solo fue un cosquilleo en la economía. Dime, ¿quién me va a rescatar ahora de estos silencios que una vez me pseudoprometiste, de estas pretensiones de frío que no nos calan ni nos hieren por miedo a excedernos? Y me excedí, como una gata sin dueño, buscando a cualquiera con hedor a marihuana y poesía en los dedos. El mismo Dios se jactó de mí haciendo humor negro de mi situación. Va una niñata, con aspiración de bohemia y se ata a un cualquiera. Humor negro, ¿eh? Y jodido. 
Y tu vicio fue convertido en mi oficio, y aunque suene dogmático, maltrecho y autoritario a mí me gustaba. Me gustaba oler a tu colonia por la mañana, que mi pelo fuese una enredadera de recuerdos por donde trepaban tus dedos, que tus palmas se contrayeran con mis palmas y tus pies solo fuesen tercos y maleducados. Quédate, he hecho café para un mes, como hubiese deseado oír esto de tus labios.


Esa boca que es mía, podredumbre de besos,
Esa boca que es mía, que sabe a callejones sin salida,
Esa boca que es mía, que sabe a cigarro en las heridas,
Esa boca que es mía, que sin saber lo sabido,
Esa boca que es mía, hubiese sido prácticamente tuya. 

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