miércoles, 28 de octubre de 2015

Octubre acontece

Quizás porque siempre aspiré a tardes densas,
insólitas y fugaces,
las que guardan cierto anhelo, cierta esperanza asfixiada;
las que aparecen en los autobuses de las ciudades,
lentos y ocupados;
las que cargan las mujeres tristes en los ojos. 
Quizás porque siempre hay bruma y espera, 
quizás porque la espera se convierte en amor
y el amor en delirio y el delirio en huracán.
Lo saben mis labios agrietados.

La tarde se vierte, sucede. Naufrago.
Leo, impasible, pasional, febril:

"Cuento mi vida pero lees la tuya.
Nombro un paisaje de mi infancia y tú visitas
-tramposo- aquel camino de arena hacia la playa
por donde corre un niño feliz, que no soy yo.

Actúas siempre así, lo sé por experiencia.
¿Qué importa que yo tenga un nombre propio?
Tú lo expropias. Si hablo de mi pueblo,
es tu ciudad. Se transfigura en álamo
el pino de mi casa. Mis amigos
son mis desconocidos de repente.
Y hasta mi amada es ya tu amada.

Yo cuento sílabas, tú cantas, silbas
poniendo música a mis letras, musicando
al ritmo que te gusta.
De todo cuanto digo escuchas sólo
lo que a ti te interesa, quizá lo que no dije,
sin que haya forma así de no entendernos.

Te entiendes y me entiendo, porque al pasar la página
vuelves mis versos del revés, reversos
tuyos. Debí de sospechar
de ti, que no te ocultas,
que robas a la luz amable de una lámpara.

Yo soy el que me oculto. Cuando escribo,
tú vives y eso es todo. Como te dijo Bécquer:

Poesía eres tú.
Y yo el poema.



(Enrique García Máiquez; 
Casa propia,
Renacimiento,
Sevilla, 2004).


miércoles, 14 de octubre de 2015

Aquí me reconozco: versos desgastados, bares sórdidos, ciudades eternas.
Sevilla se deja hacer:

https://www.youtube.com/watch?v=Y0-knuZ3Dlg



martes, 6 de octubre de 2015

Por si me lees, chaval: era Ella.

Leo en este verano atormentado que parece no concluir, asiento:

«Su modus operandi consiste, básicamente, en aparecer cuando le da la gana y quebrarme los principios. Es una suerte de tabla de salvación demasiado… poco sólida, ¿sabes? Tal vez me esté quedando solo en mitad del océano.

(...)
Aislarse.
Dolerse.
Despreciarse.
Alejarse.

Otros días eso era todo.

(...)

Dejar de llamar también es una respuesta.
(...)
A veces no entiendo cómo está dejando escapar la vida conmigo. Cada día que pasa es otro día que nos hace perder. Y me pregunto si acaso no piensa en todo lo que no estamos haciendo. Luego desecho esa idea inmediatamente. Porque, yo qué sé… en realidad no lo está aplazando, sino que… bueno, él nunca ha creído en esto. Pero, ¿sabes lo peor? Que yo aún tengo ganas. Que yo sí que creo.
(...)
Yo escribo esto por si sirve de algo. Por si vuelven a encontrarse en mitad de una huida y se miran dos veces. Ahora entiendo por qué ella prefería no llegar a conocer nunca sus remitentes. Porque hay gente que nunca llega a escribirte. Y sobre todo porque uno… nunca llega a entenderlos.
Pero aún así, por si sirve de algo. Por si me lees, chaval: era Ella.

Pensé que alguien tenía que aclarártelo».

(Lorena Gómez Maldonado, Once pasos hasta el ventrículo