domingo, 21 de abril de 2024

Ayer mis amigos hablaron demasiado pronto del amor. Yo llevaba apenas dos vermús y aún me percibía hastiada y poco divertida y carismática, un tanto pusilánime ante los grandes relatos. Hablaban de si duele más una infidelidad física o una emocional. Me recordó la dicotomía a un artículo de Jabois que leí hace ya algunos años en el que decía que había más cuernos en un buenas noches que en algo meramente físico. Me hubiese gustado decirles a ellos, a mis amigos, que lo que rompe por dentro es el quiebre de la intimidad, el desplome de la confianza, saber que tu relación es anodina y falible, conocer los puntos flacos de ese pequeño hombre que endiosaste, verte atravesado por el egoísmo y por el deseo, ceder, sucumbir, encontrar los puntos de sutura y reventarlos, revelar los grandes secretos, saberse incierta y pasajera en la vida del otro, saberse insignificante y pueril, saber que no bastó, saber que resultó ser baldío. Lo que rompe por dentro es la pérdida y el abandono, la no elección, la fragilidad de la ternura, el vínculo oxidado, el abismo, una civilización perdida.

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«A veces me siento tan de paso en la vida, tan frágilmente instalada en ella como colgando del hilo de una telaraña... Pero viene el regalo de esas imágenes relativamente recientes a devolverme el fugaz estallido del placer de vivir». Carmen Martín Gaite me hace revivir.

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«Late, corazón, no todo se lo ha tragado la tierra».

miércoles, 20 de marzo de 2024

 Ayer estaba esperando para hacerme la manicura permanente y me sobrevino a la mente un tema sobre el que escribir, algo trascendental y hermoso, diáfano y puro. No sé si estaba relacionado con la muerte o el amor.

Me pasa que muchas veces no apunto estas ideas peregrinas y luego intento recuperarlas de manera inefectiva. Entonces llego a mi casa, me siento delante del ordenador, me autoflagelo, me lastimo, intento comprenderme y me doy cuenta que siempre voy a ser una dramática empedernida. Sería capaz de fingir cualquier historia de amor solo por escribir un verso, de eso estoy completamente segura. 

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El deseo es algo tan azaroso. De repente estás sentada en una sala de profesores cualquiera, un movimiento divergente, una mirada furtiva, el kairós, enajenación, estás atrapada. Entonces me mueve un anhelo insaciable de conversar, aunque sea cualquier nimiedad, aunque sea hablarte de la filosofía de la ciencia, aunque sea hablarte de Roland Barthes, aunque sea hablarte de Bauman, aunque sea hablarte de que este fin de semana me he leído un libro de Carmen Martín Gaite. El deseo consiste en atraparte. Te pienso durante dos o tres días y después se me pasa.



domingo, 10 de marzo de 2024

 Me pasa que sueño mucho. Sueño con ciudades desérticas y con viejos imperios, sueño con bocas y hombres inmorales, sueño con poemas que olvido inmediatamente porque los sueño y cuando despierto siento desasosiego e ira. Sueño que los tibios son otros y que nosotros nos vamos a querer siempre, sueño que el amor es devastador y funesto, sueño que la ternura es climácica. Sueño con conversaciones que nunca hemos tenido, sueño que te digo que no.

Una vez estuve loca, ¿no lo ves? Apunté todo esto en las notas del móvil y todavía no sé a quién se lo escribía.

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Ayer fui sola la teatro por primera vez. No me sentí ajena ni desorientada. La chica que se sentó a mi lado me dijo que le gustaba mi chaqueta de cuero porque llevaba tachuelas. Me pareció una obrita delicada, la voz de Carmiña, de Martín Gaite, resonando mediante IA para despedirse del teatro, una ruptura de la cuarta pared un tanto extraña. Ayuso te promete no encontrarte con tu ex en Madrid, pero supongo que se refería a las terrazas y no a espacios como un teatro en mitad de la plaza de Lavapiés. Quién lo diría. Te tuve enfrente y me resultaste un completo desconocido. Salí despavorida hacia el metro. Te escribí un Whatsapp para disculparme. No quería enfrentarme al hecho de que te he superado demasiado pronto. Escribo esto aquí porque sé que nunca lo leerás. Aunque conozcas la existencia de este blog, sé que nunca lo leerás. El amor es la capacidad de conversar de temas nimios durante horas, el desamor es el silencio más aterrador resonando en tus oídos. No recibí respuesta.


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«En el momento en el que hay alguien con quien puedes hablar, para mí que se quite el cine, el teatro, los viajes y hasta incluso placeres más fuertes. (…) Lo que motiva todas las neurosis del ser humano es lo mal que habla con sus semejantes. La literatura es un sucedáneo de la conversación, cuando ésta no es posible».

domingo, 3 de marzo de 2024

 Leo en una entrevista en El Español a Pedro García Cuartango que afirma que el sexo y el amor tienen un componente intelectual y que todo sucede en nuestro cerebro. Algo similar leí en Marguerite Duras y seguramente en Annie Ernaux. 

Ayer quedé con alguien. Bebimos, nos reímos y nos vacilamos. No puede considerarse amor lo que es prematuro e incipiente, pero cuando me desperté y miré el móvil me hicieron gracia los mensajes que les había dejado a mis amigas. A una de ellas le puse que me había sentido cómoda y que las cuatro horas me habían parecido minutos. A otra le puse que me sentía Abril Zamora en ese momento. Tierna millenial, pensé. Te crees que estás en una puta serie de treinteañeros que no establecen vínculos afectivos estables. 

Después me he duchado, me he tomado un paracetamol y me he ido a Lavapiés a resarcirme de estos pensamientos.

domingo, 21 de enero de 2024

 Leí en un libro de Marta Jiménez Serrano que el deseo más absurdo y más estéril es querer que el otro quiera. 

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Besarte muy despacio, llevarte a una obra de Angélica Liddell, explicarte que estoy obsesionada con la proporción áurea desde los quince años, no entender nada del amor ni pretenderlo, generar una intimidad compacta y sólida.

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Madrid es como una vorágine: un sábado en esta ciudad es como tocar el cielo; un domingo en esta ciudad es como ver arder el mundo.

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A veces expresar la tristeza me parece la manera más certera de comprenderla. Solo acudo aquí cuando no encuentro palabras ni consuelo posible. Sé que este es mi refugio porque me lee un número reducido de personas: tan reducido que a veces solo es mi yo del futuro. Me gusta escribir aquí mis emociones, desangrarme, que la razón no influya, puro nervio, puro corazón. A veces las palabras me salen sin sentido, son conatos de versos o poemas, no lo sé. Quizás me gustaría enviarle todo esto a mis amores pasados y agradecerles que la decepción es amarga, pero me hizo más fuerte.

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Pasa tan despacio el tiempo en Argüelles los domingos. Parece que el tiempo se hubiese detenido: la indiferencia acechándome. Un domingo extremo en el que estoy en pijama, vagos recuerdos, imágenes inconexas. Ayer pensé en un poema mientras pegaba varias caladas a un cigarro en Argumosa con mi amigo A. No lo apunté.



lunes, 1 de enero de 2024

 Empecé este 2024 completamente rota y desolada. Leí este poema de Gloria Fuertes:


A primeros de enero de un año cualquiera,

con amores y nombres seleccionados,

con los huesos maduros a mitad de mi vida

me PROMETO solemne no sufrir demasiado. 


Si me pegan, que peguen,

si me aciertan, me han dado,

y si pierdo en la Rifa,

será porque he jugado. 


Me fastidian las penas,

me da alergia el enfado,

con el ceño fruncido

parezco un feto raro.

Año nuevo vida nueva

(¡Qué tópico más sano!)

Nueva luz ilumina

mi ascensor apagado

de subir a deshora

de estar comunicando,

de hacer la angustia en verso

de hacer el tonto en vano,

de sembrar mis insomnios

de tachuelas y clavos. 


A mitad de mi vida

de par en par sonrisa y puerta abro,

—que no quiero acabar por los pasillos

con el corazón apolillado—.


PROMETO no volver

a ahogaros en mi llanto,

no volver a sufrir,

sin un motivo muy

justificado.


domingo, 12 de noviembre de 2023

 Ayer fui con mis amigos a beber por La Latina y acabé en Teatros Canal viendo a Angélica Liddell rasgarse las rodillas y las manos para después comerse con pan su propia sangre. Hubo momentos donde sentí asco y otros donde sentí lástima. También me sentí vulnerable. Angélica Liddell habla del sufrimiento y también del amor, la ausencia de dolor nos lleva como sociedad al vacío, es necesario este para asumir la trascendencia y la gloria. Angélica se proyecta en el escenario como persona que usa el dolor para que algo (amor, muerte, arte, Dios) termine por sobrevivir. Explorar el límite, palparlo, corregirlo, violarlo, de ahí nace la expresión artística.

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Hoy publico unas breves notas sobre lo que es para mí Annie Ernaux y el poder de la memoria: https://cafemontaigne.com/esbozo-sobre-annie-ernaux-autoficcion-deseo-y-memoria-miriam-maeso-diaz-merino/critica-literaria/admin/ 





miércoles, 1 de noviembre de 2023

El otro día atravesé las cuatro torres en un interurbano y me acordé de la forma en la que creí quererte. Sonaba De tanto que lo intenté y a mí me pareció resignificar una experiencia vital. Veinte años. Tú. Veintisiete años. Él.

Hablar en segunda persona del singular o en plural, tanto da: el mismo ego.

Ya no te temo. 

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Hoy es el Día de Todos los Santos y yo he escrito para una revista sobre Annie Ernaux y la memoria. Es casi una hagiografía. Suena espantoso.

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Dice Sor Juana Inés de la Cruz que amor empieza por desasosiego. 

martes, 4 de julio de 2023

Cuando era preadolescente recuerdo que un día mi madre fue a la capital de provincias y me trajo un cuarto de libra del McDonalds. En aquel momento aquella hamburguesa supuso para mí una revelación, la conquista precursora de la ciudad, la idea de la modernidad derritiéndose entre unos dedos rechonchos, mucho queso, cierta depresión prematura. Ahora esa idea me parece extremadamente tierna. Siete euros costaba en aquel momento la evasión, la idea de prosperar alejada de aquel lugar que me había visto crecer. Después llegaron las ciudades: la vorágine, desinhibirse en cualquier bar sórdido, besarse con desconocidos, tomar el vermú cada domingo en Argumosa, lanzarse despreocupada a las terrazas de San Bernardo. 

Mi madre no lo sabe -tampoco lo sabrá-, pero me descubrió buena parte de mi identidad.

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Esta noche he leído un verso de Silvina Ocampo: "Yo sentía tu luz atravesarme / como una flecha de oro envenenada". 

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Escribe Marta Jiménez Serrano en su nuevo libro una reflexión preciosa acerca del clinamen. En el cuento se expone a una pareja en la que ella se ve incapaz de preestablecer lo que va a ser su relación en el futuro, si bien es cierto que él precisa de seguridades que ella es incapaz de ofrecerle. Es el momento exacto en el que él afirma que él es de los dioses y ella del clinamen. Ahí me hundí, en esa desviación incontrolable de los átomos, en la inestabilidad como seña de identidad. Tiene razón Marta en eso de que hay gente que se aferra a esta teoría y otros que deseamos acogernos irremediablemente a los dioses.

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También he leído este junio a Simone Weil. En su librito expone: "Me gustaría que aquel al que amo me amase. Pero si se entrega totalmente a mí ya no existe. Dejo de amarla. Saciedad. Si no se entrega totalmente a mí, no me ama lo suficiente". Es insufrible cuestionar al otro.

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También de Simone Weil: "Hay que amar lo que es absolutamente digno de amor". Esto como un mantra.