Me pasa que sueño mucho. Sueño con ciudades desérticas y con viejos imperios, sueño con bocas y hombres inmorales, sueño con poemas que olvido inmediatamente porque los sueño y cuando despierto siento desasosiego e ira. Sueño que los tibios son otros y que nosotros nos vamos a querer siempre, sueño que el amor es devastador y funesto, sueño que la ternura es climácica. Sueño con conversaciones que nunca hemos tenido, sueño que te digo que no.
Una vez estuve loca, ¿no lo ves? Apunté todo esto en las notas del móvil y todavía no sé a quién se lo escribía.Estas ganas de nada, menos de ti
Poder ser cualquier cosa menos ajena a mi tiempo
domingo, 10 de marzo de 2024
domingo, 3 de marzo de 2024
Leo en una entrevista en El Español a Pedro García Cuartango que afirma que el sexo y el amor tienen un componente intelectual y que todo sucede en nuestro cerebro. Algo similar leí en Marguerite Duras y seguramente en Annie Ernaux.
Ayer quedé con alguien. Bebimos, nos reímos y nos vacilamos. No puede considerarse amor lo que es prematuro e incipiente, pero cuando me desperté y miré el móvil me hicieron gracia los mensajes que les había dejado a mis amigas. A una de ellas le puse que me había sentido cómoda y que las cuatro horas me habían parecido minutos. A otra le puse que me sentía Abril Zamora en ese momento. Tierna millenial, pensé. Te crees que estás en una puta serie de treinteañeros que no establecen vínculos afectivos estables.
Después me he duchado, me he tomado un paracetamol y me he ido a Lavapiés a resarcirme de estos pensamientos.
domingo, 21 de enero de 2024
Leí en un libro de Marta Jiménez Serrano que el deseo más absurdo y más estéril es querer que el otro quiera.
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Besarte muy despacio, llevarte a una obra de Angélica Liddell, explicarte que estoy obsesionada con la proporción áurea desde los quince años, no entender nada del amor ni pretenderlo, generar una intimidad compacta y sólida.
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Madrid es como una vorágine: un sábado en esta ciudad es como tocar el cielo; un domingo en esta ciudad es como ver arder el mundo.
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A veces expresar la tristeza me parece la manera más certera de comprenderla. Solo acudo aquí cuando no encuentro palabras ni consuelo posible. Sé que este es mi refugio porque me lee un número reducido de personas: tan reducido que a veces solo es mi yo del futuro. Me gusta escribir aquí mis emociones, desangrarme, que la razón no influya, puro nervio, puro corazón. A veces las palabras me salen sin sentido, son conatos de versos o poemas, no lo sé. Quizás me gustaría enviarle todo esto a mis amores pasados y agradecerles que la decepción es amarga, pero me hizo más fuerte.
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Pasa tan despacio el tiempo en Argüelles los domingos. Parece que el tiempo se hubiese detenido: la indiferencia acechándome. Un domingo extremo en el que estoy en pijama, vagos recuerdos, imágenes inconexas. Ayer pensé en un poema mientras pegaba varias caladas a un cigarro en Argumosa con mi amigo A. No lo apunté.
lunes, 1 de enero de 2024
Empecé este 2024 completamente rota y desolada. Leí este poema de Gloria Fuertes:
A primeros de enero de un año cualquiera,
con amores y nombres seleccionados,
con los huesos maduros a mitad de mi vida
me PROMETO solemne no sufrir demasiado.
Si me pegan, que peguen,
si me aciertan, me han dado,
y si pierdo en la Rifa,
será porque he jugado.
Me fastidian las penas,
me da alergia el enfado,
con el ceño fruncido
parezco un feto raro.
Año nuevo vida nueva
(¡Qué tópico más sano!)
Nueva luz ilumina
mi ascensor apagado
de subir a deshora
de estar comunicando,
de hacer la angustia en verso
de hacer el tonto en vano,
de sembrar mis insomnios
de tachuelas y clavos.
A mitad de mi vida
de par en par sonrisa y puerta abro,
—que no quiero acabar por los pasillos
con el corazón apolillado—.
PROMETO no volver
a ahogaros en mi llanto,
no volver a sufrir,
sin un motivo muy
justificado.
domingo, 12 de noviembre de 2023
Ayer fui con mis amigos a beber por La Latina y acabé en Teatros Canal viendo a Angélica Liddell rasgarse las rodillas y las manos para después comerse con pan su propia sangre. Hubo momentos donde sentí asco y otros donde sentí lástima. También me sentí vulnerable. Angélica Liddell habla del sufrimiento y también del amor, la ausencia de dolor nos lleva como sociedad al vacío, es necesario este para asumir la trascendencia y la gloria. Angélica se proyecta en el escenario como persona que usa el dolor para que algo (amor, muerte, arte, Dios) termine por sobrevivir. Explorar el límite, palparlo, corregirlo, violarlo, de ahí nace la expresión artística.
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Hoy publico unas breves notas sobre lo que es para mí Annie Ernaux y el poder de la memoria: https://cafemontaigne.com/esbozo-sobre-annie-ernaux-autoficcion-deseo-y-memoria-miriam-maeso-diaz-merino/critica-literaria/admin/
miércoles, 1 de noviembre de 2023
martes, 4 de julio de 2023
Cuando era preadolescente recuerdo que un día mi madre fue a la capital de provincias y me trajo un cuarto de libra del McDonalds. En aquel momento aquella hamburguesa supuso para mí una revelación, la conquista precursora de la ciudad, la idea de la modernidad derritiéndose entre unos dedos rechonchos, mucho queso, cierta depresión prematura. Ahora esa idea me parece extremadamente tierna. Siete euros costaba en aquel momento la evasión, la idea de prosperar alejada de aquel lugar que me había visto crecer. Después llegaron las ciudades: la vorágine, desinhibirse en cualquier bar sórdido, besarse con desconocidos, tomar el vermú cada domingo en Argumosa, lanzarse despreocupada a las terrazas de San Bernardo.
Mi madre no lo sabe -tampoco lo sabrá-, pero me descubrió buena parte de mi identidad.
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Esta noche he leído un verso de Silvina Ocampo: "Yo sentía tu luz atravesarme / como una flecha de oro envenenada".
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Escribe Marta Jiménez Serrano en su nuevo libro una reflexión preciosa acerca del clinamen. En el cuento se expone a una pareja en la que ella se ve incapaz de preestablecer lo que va a ser su relación en el futuro, si bien es cierto que él precisa de seguridades que ella es incapaz de ofrecerle. Es el momento exacto en el que él afirma que él es de los dioses y ella del clinamen. Ahí me hundí, en esa desviación incontrolable de los átomos, en la inestabilidad como seña de identidad. Tiene razón Marta en eso de que hay gente que se aferra a esta teoría y otros que deseamos acogernos irremediablemente a los dioses.
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También he leído este junio a Simone Weil. En su librito expone: "Me gustaría que aquel al que amo me amase. Pero si se entrega totalmente a mí ya no existe. Dejo de amarla. Saciedad. Si no se entrega totalmente a mí, no me ama lo suficiente". Es insufrible cuestionar al otro.
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También de Simone Weil: "Hay que amar lo que es absolutamente digno de amor". Esto como un mantra.
jueves, 29 de junio de 2023
En febrero vi El agua de Elena López Riera, una película hermosísima con tintes lorquianos que aborda el miedo ("Tener que mirar todos los días la misma carretera: eso sí que da miedo"), el fin de la adolescencia, las supersticiones y la superchería, la genealogía, el primer amor, el poder evocador de la ternura.
Mi escena favorita se da cuando Ana está enjabonando la espalda de su abuela -una imagen poderosísima y sublime del cuerpo bello y diáfano de la vejez- y después se la aclara mientras esta le cuenta la primera vez que hizo el amor con su abuelo detrás de un camión lleno de naranjas. Sentí en ese instante un fogonazo, el pálpito de la sangre ascendiendo por mis piernas, lenta, densa, vertiginosa. Esto es el amor, pensé, esto es el amor: lo épico transido de cotidianidad.
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Me acuerdo de este verso: "Yo soy incapaz de distinguir lo ridículo de lo sublime hasta que tú me lo dices".
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"Y no puedo evitar pensar tu cuerpo / como belleza móvil / hacia lo inmóvil y el ronroneo existencial / me dice / que esto es triste".
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Una vez me confesaron que el secreto del amor era una buena amistad y un erotismo inquebrantable. A mí me pareció algo sencillo y honesto. Después indagué en Internet y descubrí que la frase pertenecía a una película de Yorgos Lanthimos. También la magia tiene sus trucos.