miércoles, 20 de marzo de 2024

 Ayer estaba esperando para hacerme la manicura permanente y me sobrevino a la mente un tema sobre el que escribir, algo trascendental y hermoso, diáfano y puro. No sé si estaba relacionado con la muerte o el amor.

Me pasa que muchas veces no apunto estas ideas peregrinas y luego intento recuperarlas de manera inefectiva. Entonces llego a mi casa, me siento delante del ordenador, me autoflagelo, me lastimo, intento comprenderme y me doy cuenta que siempre voy a ser una dramática empedernida. Sería capaz de fingir cualquier historia de amor solo por escribir un verso, de eso estoy completamente segura. 

*

El deseo es algo tan azaroso. De repente estás sentada en una sala de profesores cualquiera, un movimiento divergente, una mirada furtiva, el kairós, enajenación, estás atrapada. Entonces me mueve un anhelo insaciable de conversar, aunque sea cualquier nimiedad, aunque sea hablarte de la filosofía de la ciencia, aunque sea hablarte de Roland Barthes, aunque sea hablarte de Bauman, aunque sea hablarte de que este fin de semana me he leído un libro de Carmen Martín Gaite. El deseo consiste en atraparte. Te pienso durante dos o tres días y después se me pasa.



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