sábado, 22 de febrero de 2014

morirme de vida mientras la ciudad está fría
y alejada de todo lo que me gusta
y hoy he llorado delante del espejo
mientras me lavaba los dientes.
levanto los ojos, las manos,
la sensación de abandono al lado de la mesilla
que se despierta conmigo las noches en las que
el despertador revive horas antes para hacerme saber
que quedan pasos por dar y personas por las que morirse
canciones que olvidar y palabras contra el olvido.

de madrugada las aceras como la ropa interior que nunca
me he atrevido a quitarme, las sábanas compartidas que se
arrugan sin fricción y fríos tercios que se deslizan por la garganta
para recordarme que siento.

la fiebre que me asalta, el calor insolente por las piernas,
pasillos, escaleras, elegías, tanta sensación de ahogo en el pecho,
tanta desilusión estirándose en la garganta.

el poeta dijo que se conformaba con tenerte a ti y con tener conciencia.
creo que era un poco así.
y joder como llueve.

sábado, 15 de febrero de 2014

La esperanza inútil de viajes que nunca llegarán,
la fuerte arritmia cuando se lee a González-Iglesias
con sus descarnizados versos: En los actos sociales pienso en ti.
Guardarse la piel entre jirones de desengaños, renuncias,
débiles promesas.
Noches de sábado para encontrarse en el fondo de los vasos.
Se bebe deprisa y se quiere despacio. Como táctica de vida.
Los grandes amores que se pudren en carreteras,
las grandes pasiones que se esperan en estaciones.
El ser sin haber sido,
la ausencia y la necesidad como eternas rivales,
los poemas que nunca nos hemos recitado a los ojos.
Así es cómo te echo de menos.



Salamanca y sus fachadas también hablan de ti.

jueves, 13 de febrero de 2014

La resignación es un suicidio cotidiano. Balzac

Muevo los dedos con urgencia entre el espacio
que queda entre las sábanas y mi cuerpo
por esta indomable querencia
al suicidio de las emociones
que no puedo controlar.

Me arranco la boca con urgencia cuando escucho a algún cantautor
hablar sobre el amor y lo jodido que está
aunque encuentre amanecer entre sus dientes,
aunque encajen las piezas del poco sentido del mundo
cuando le tocan.

Igual me enamoro deprisa y me desengaño despacio.
Coloco marcapáginas en el escritorio para no perderme
entre la infinidad que me estás escribiendo.

Se me han corrido las ganas de verte.


Con lo fuego que eres y que no nos estemos quemando...

El síndrome de Diógenes de personas.


lunes, 10 de febrero de 2014

No voy a publicarlo.
Ni voy a decir que las noches que faltas
-que, por otro lado, son eternas-
leo tus palabras para aferrarme a algo,
para llenarme de todas tus debilidades,
para hacerlas un poco mías,
para soportar tus gravedades
-para evitar que la fuerza te haga caer-.

A veces hace más frío dentro de mí
que en cualquiera de estas calles
donde me pierdo y me busco
sin encontrarte.
Ay, las ciudades que nos separan.

Hay esquinas veladas de mí que incluso yo me desconozco
porque nunca nadie ha varado
-los miedos ajenos que aterran-.

Me pesan las palabras en la boca,
jamás he sido proclive a las dietas verbales
y estallo, estallo, estallo.

No voy a publicarme.
Los verbos de movimiento son tu especialidad:
las idas y venidas.
Los paréntesis.

Te leo y me sacudo.
Para no cortarme de un tajo las ideas.
Para no enloquecer.

Las noches siguen eternas.
Porque necesito creer en tu protesta.
Todo son excusas: lo único que yo quiero es mirarte a los ojos.
Estado civil: espero.

Y espero que olvides
que detrás de la literatura solo hay literatura.
Porque las clases de teoría solo quedan en malas praxis.

Recuerda que el apéndice del hombre es el alma,
que quiero que me arranques todo,
me desdigas cada una de mis verdades,
desalojes las miserias y me ofrezcas

c a s a

en tu boca.


Ay, las ciudades que nos esperan.

jueves, 6 de febrero de 2014

De intenciones, cervezas, relaciones, promesas a mí misma y otras movidas.

El otro día quedé con un amigo para tomar unas cañas. Antes de nada, no voy a escribir con mi praxis habitual, así que perdonadme el atrevimiento. Como iba diciendo, el otro día quedé con un amigo para tomar unas cañas, esperando encontrar una conversación vacía o banal, sin mucho esfuerzo mental, una de esas conversaciones para recoger en la memoria con bonitos vaciles e incongruencias varias. Acabamos teorizando sobre las extrañas manifestaciones del amor o, al menos, sobre los sucedáneos. Entre cerveza y cerveza (y la tapita del bar, que a los españoles nos gusta tanto) hablábamos sobre los comportamientos y actitudes de las personas y ambos llegamos a la misma conclusión: el ser humano es gilipollas.

Tranquilos, toda verdad tiene que ser argumentada.

Punto por punto. Empezaremos por el conocer a la persona. Ay. Hazte tú el interesante para ser la opción prioritaria.
Primer prototipo: leo a Chomsky, entiendo del Posmodernismo, me gusta Paul Klee y mi director favorito es Haneke. No me meto en pensar por mí mismo porque el criterio de autoridad está inventado para algo. Joder, cómo me cansáis.
Segundo prototipo: entiendo de la vida porque todo me lo enseñó la experiencia. Craso error. Ni vida ni experiencia.
Tercer prototipo: ¿qué es el ingenio?; para personas como yo se trata de la verdadera religión, para este tipo de gente un completo desconocido. Huye.
Supongo que hay tantos prototipos como personas y por eso no voy a entrar en la dialéctica de describir a todos.

Cuando de repente encuentras a alguien medianamente normal (cuando se entiende la normalidad como alguien que ve con buenos ojos tus rarezas personales) empezamos siempre suave. Pero siempre internándote en los recodos de las carencias de esa persona, haciéndote necesidad. Un día no me habla. Bueno. Pero ya dos no. Y es aquí donde creamos ese vínculo afectivo desmedido, que a veces puede llegar a rozar un  abominable control del que, ojo, yo también he participado aunque lo critique (del que aún participo).

De este control, de esta necesidad creada surge la manifestación que nos convierte en completos gilipollas. Ya lo decía mi amigo: el amor no es el que te vuelve, vienes por defecto de fábrica.
Qué gran razón. Aquí se incluye la etapa del "tira y afloja" tan conocida, la luchita de egos por ver quién va más detrás de quién, como si solo fuese uno el que buscase al otro (cuando todos sabemos que no es así, que una vez en la vida acabamos arrastrando a nuestros principios y dejando jadeante a nuestro orgullo). Esta fase también incluye las canciones, poemas, películas y cada uno de los movimientos que hagas porque todo -absolutamente todo- va a recordarte a él. Tranquilos, la vida ya se encargará de que en los informativos solo salga su ciudad, que no haya otro nombre en el puto mundo, que casualmente todos sus gustos sean los gustos de todos. Ay, los excesos. Ponte tú a olvidar.

La etapa de las dudas. ESTA ES MI FAVORITA. Voy y vengo pero me quedo y me vuelvo a ir y no estoy pero estoy. En resumen: de las mayores putadas que se han creado nunca. Ahora sí, ahora no, ahora quizás, ¿qué sentirá el otro? ¿qué siento yo? ¿y si me arriesgo? ay, no. ¿Me arriesgo? Venga, vale. No. Creo que si a las personas nos abriesen nos saldrían incertidumbres por todos los ángulos. La mayor de las tragedias es cuando implicas al otro en tu bucle constante de paranoia, cuando te arriesgas a perder. Cuando pierdes.
Aquí interviene el miedo inherente, la puta deducción que tenemos que hacer de los mensajes cifrados en clave. ¿Qué me quiere decir con esto? Ay. Voy a hablarle de otra persona para que vea que estoy disponible en el mercado. ¿Para qué coño creamos falsos celos?
Y la ambigüedad que siempre es una buena aliada para no pillarte los dedos. Medir cada una de las palabras: me gusta tu forma de ser, conectamos muy bien, nunca había conocido a alguien así.

Como si no fuera más fácil decir que nos gustamos y se acabó. Léelo bien: que me gustas, que me gustas, que me gustas. Así de fácil y así de jodido decirlo.

El ser humano es contradictorio, inseguro y gilipollas. Y por supuesto que yo también he colaborado con todo lo anterior. Pero yo ya no más. Aunque sea difícil hacerlo sola.

Y si nos dejamos en jirones, ¿qué?
Las causas perdidas también buscamos que nos den un poquito de sentido.

A veces hay que prestarse o a que te partan la boca o a que te la besen.


http://www.youtube.com/watch?v=6yE-ym9CEFo&feature=kp

lunes, 3 de febrero de 2014

Podría hablar del frío.
O de ti.
Imagínate el temblor que me causa
escuchar a Nacho Vegas
y que todo lo que venga detrás
quede fuera de mi jurisdicción.

Menos tú.

Si soy incapaz de legislar en mi vida,
si leo teorías políticas y son incomprensibles,
¿cuándo te canses de mí?
¿cuándo me canse de mí?
¿cuándo nos cansemos de mí?
¿esto es legal?

Te diré el secreto: no soporto el dogmatismo intelectual.
A veces caigo en la contradicción.
Menos me soporto.

Algo contigo es el síndrome de todos mis despropósitos.
Algo contigo es el resumen de todos mis propósitos.
Contigo.
Algo.
Todo.
Para terminar en habitaciones cerradas.
Con luces pálidas y Quique cantando.

Podría teorizar toda la noche sobre las causas perdidas.
O sobre ti.
(Apenas y a penas noto la diferencia)



¿Y qué?
La erótica de la complicación. Lo que os gusta, joder.