jueves, 29 de junio de 2023

En febrero vi El agua de Elena López Riera, una película hermosísima con tintes lorquianos que aborda el miedo ("Tener que mirar todos los días la misma carretera: eso sí que da miedo"), el fin de la adolescencia, las supersticiones y la superchería, la genealogía, el primer amor, el poder evocador de la ternura.

Mi escena favorita se da cuando Ana está enjabonando la espalda de su abuela -una imagen poderosísima y sublime del cuerpo bello y diáfano de la vejez- y después se la aclara mientras esta le cuenta la primera vez que hizo el amor con su abuelo detrás de un camión lleno de naranjas. Sentí en ese instante un fogonazo, el pálpito de la sangre ascendiendo por mis piernas, lenta, densa, vertiginosa. Esto es el amor, pensé, esto es el amor: lo épico transido de cotidianidad.

*

Me acuerdo de este verso: "Yo soy incapaz de distinguir lo ridículo de lo sublime hasta que tú me lo dices".

*

"Y no puedo evitar pensar tu cuerpo / como belleza móvil / hacia lo inmóvil y el ronroneo existencial / me dice / que esto es triste". 

*

Una vez me confesaron que el secreto del amor era una buena amistad y un erotismo inquebrantable. A mí me pareció algo sencillo y honesto. Después indagué en Internet y descubrí que la frase pertenecía a una película de Yorgos Lanthimos. También la magia tiene sus trucos.