viernes, 18 de abril de 2014

Hoy me aterra -me desespera- no alcanzar el clímax de las palabras, llorar en cualquier esquina, la subida del precio de las tasas. Es difícil combatir contra una misma, saberse impopular pero ineludible como cuando llueve en esta triste época y el pan sabe a desaliento. Pero acabamos claudicando y comemos y llovemos por dentro.
Hoy me angustian las necesidades irresolubles, que aterrizan en la carne como un temblor de tierra pero sin el mecanismo del amor que erigió Gabo, sabiéndose vacías y obscenas, latiendo de miedo o de indecisión, que yo no conozco la diferencia.
A veces, cuando me fundo en mis tristes crisis de existencia, me arranco la identidad y es entonces cuando la poesía no encuentra anclajes a mi boca y me desdigo de todo lo que afirmo pero tampoco afirmo todo lo que niego. Tengo miedo y necesidad. A partes iguales. Me he construido a base de romances musicalizados, de versos titubeantes de ciudades que me volvieron más cínica y egoísta -la injusticia de la justicia del consigo- y que ya no creo en nada y tengo la fe abarrotada de falsos Mesías. Porque la procesión, señores, va por dentro. 

Hay veces en la vida en la que una tiene que ser justa.
Y que me echo de menos, coño.
Que te echo de menos, también.



Hay método en algunas locuras.



decisión.
(Del lat. decisĭo, -ōnis).

1. f. Determinación, resolución que se toma o se da en una cosa dudosa.



Esta tarde extraigo unos versos de Gabriel García Márquez. Se nos están yendo los mejores y veréis el miedo cuando nos miremos a los ojos y solo alcancemos a ver decadencia:

Lo único que me duele de morir es que no sea de amor. 

lunes, 14 de abril de 2014

-no se permiten ir a medio gas-

Nunca fueron mi especialidad los inicios
ni fueron de mi agrado las amargas despedidas.
Que saberse de uno no era combatir contra el otro,
eso lo aprendí demasiado tarde. 
Aprendí, quizás más, en las noches que no estabas
y preferí a las madrugadas sin luz.
Leí devorando esqueletos de letras, 
encontrando residuos de ideas
pero siempre por debajo de mis expectativas.
Me entregué, con reparos, a desastres naturales
por miedo al miedo.
Qué sé yo si nunca se me ha caído el fracaso de la boca.
Qué sabremos nosotros si desde pequeños nos inculcaron
que a las heridas se les ponen parches y luego buscamos mapas
sin piel.
Que las causas justas pueden no vencer y que las metáforas también se suicidan,
como los principios de las madrugadas. 
Me descubría sentada en las escaleras,
bebiendo litronas, leyéndote a Borges, 
descifrando acentos y etimologías.
Este es mi cuartel de invierno.

Aquí no pasa nada, salvo el tiempo.

Todos los días que me preguntaron por el futuro y dije vivir. 
Aunque fuese de manera nula y primaria.
Aunque ya no quieras ser la portada de los periódicos 
por trasladarte a la intensidad de esquelas y de historia acabada. 






lunes, 7 de abril de 2014

Me he despertado con el verano metido en el cuerpo pero más vacía y primaria si cabe. 
Siempre con ese deje instintivo de derruir lo construido por temor a no soportarnos.
Incluso a tus contradicciones les doy cabida en mí.
Hay lunes que pesan como años
y personas con síndrome 
de canción triste y cobarde.




Las adictivas.


domingo, 6 de abril de 2014

No tengo muy claro que me ha conducido hasta aquí: si fue el artículo de Antonio Lucas del pasado día en El Mundo o si fue la canción a deshora de Joaquín (a algunas nos gusta retomar nuestras raíces incluso sin el vaso de ginebra, sin la sonrisa a media asta)
La única certeza que guardo es que no sé sobre qué voy a escribir. Qué puta maravilla es esto de la rebeldía discursiva.

Las calles se despiertan con la conciencia inerte. Esto lo escribí cuando calle Zamora era solo la sombra de todos nuestros despropósitos -porque eran tuyos y míos-, cuando veía a Salamanca reducida a parejas queriéndose en los escaparates y donde, simultáneamente, un grupo de preferentistas gritaba a las puertas indignas de una caja de ahorros. Esto es a lo que me refería con la conciencia inerte.

¿En qué momento mirarse a los ojos se convirtió en agresión?
Ay, no puedo oírte aunque te escriba a gritos.