miércoles, 14 de marzo de 2018

Solo los amores desgraciados son fecundos en frutos del espíritu


Esta noche ajada, amor,
esta noche infinita, 
esta noche de ojos abiertos,
esta noche inflamable, amor
esta noche quebrada,
esta noche, amor, esta noche
tenemos veinte años.

"Hay amores que no pueden romper el vaso que los contiene y se derraman hacia adentro, y los hay inconfesables, a los que el destino formidable oprime y constriñe en el nido que brotaron; el exceso mismo de aquello que los cuaja y los encierra, la tremenda fatalidad de estos los sublima y engrandece. Y presos allí, avergonzándose y ocultándose de sí mismos, empeñándose por anonadarse, bregando por morir, pues no pueden florecer a la luz del día y a la vista de todos, y menos fructificar, se hacen pasión de gloria y de inmortalidad y de heroísmo...
Sólo los amores desgraciados son fecundos en frutos del espíritu; sólo cuando se le cierra al amor su curso natural y corriente es cuando salta en surtidor al cielo; sólo la esterilidad temporal da fecundidad eterna".

(García Lorca)


martes, 13 de marzo de 2018

Con el humor apático, leo:

"Esto del desamor es como la muerte. Prefiero la muerte y no saber que esa persona es capaz de existir sin mí. Vaya si sé del desamor y si sé de la muerte. Somos viejos amigos todos".

(Carolina Heredia)





viernes, 9 de marzo de 2018

Siempre he considerado que existen ciertos poemas que llegan a mi vida en el momento acertado.

"Ya no será
ya no".

Este poema de Idea Vilariño me ha bordeado durante años, me ha acosado, ha entrado furiosamente en mis huecos, aunque después acabara cediendo a la neblina de historias pasajeras.

"No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca". 

Sin embargo, no sé por qué ni bajo qué pretexto, he vuelto a llegar hasta él. Después de una profunda revisión y habiendo descubierto la antagónica concepción que guardaban tanto Idea como Juan Carlos Onetti del amor, he sentido un latigazo terrible, de esos que te recorren, rompen por dentro y te hacen temblar.

"ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido".

En diversas ocasiones le preguntaron si lo había escrito para resarcirse del fracaso amoroso y si aquel poema versaba sobre si querría haber compartido por entero su vida con el poeta, subyugarse a la personalidad del uruguayo, en definitiva. Idea, indómita, descosida, admirable, siempre respondía: yo no digo ahí que querría eso, sino que eso no podría ser.

"Ya no soy más que yo para siempre y tú
ya no serás para mí más que tú". 

Ya no.

"Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas".

A veces me aborda el soberbio y lírico pensamiento de que Idea nos representa a todas esas mujeres que decimos que no, que asumimos que hay separaciones definitivas, irreparables, inexorables, consabidas desde sus principios.

"No me abrazarás nunca como esa noche, nunca". 

Siempre he considerado que hay poemas que viajan hacia mí, que están viajando furiosamente con el propósito de reventarme por dentro y hacerme creer.

"No volveré a tocarte.
No te veré morir".

Y existen ciertas relaciones, yo lo sé, incapaces, estériles, dialécticas. "Yo no debí haberme enamorado nunca de Onetti. Era el último hombre que tenía que haberme gustado. Éramos dos personas absolutamente contradictorias", sostuvo la Vilariño.

"Nunca sabrás quién fui 
por qué me amaron otros". 

Tampoco yo lo deseo: aquello, a la deriva, amor, a la deriva, jamás hubiera podido ser.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Sé que soy una mujer privilegiada: pertenezco a la clase media de este país y, por ello, mis padres pudieron costearme -no sin sacrificio- unos estudios universitarios. Y además, soy occidental, blanca, cisgénero y heterosexual.

Sé que soy mujer y también sé, con toda seguridad, que el anónimo reiterativo y literario también lo fue.

Sé que mañana os agarraréis a este argumentario manoseado de niña privilegiada (hasta en vuestro insulto está el paternalismo) y nos increparéis que somos féminas amargadas, radicales, zorras y lesbianas.

Aquí va el mío:

Quiero vivir de lo que amo y porque lo amo y quiero reventar el techo de cristal. Quiero no sentirme incómoda en las cenas cuando algún familiar muestre vídeos de mujeres cosificadas y todos rían la gracia. Quiero no tener que comparar constantemente mi cuerpo, mi cara, mi pelo, mi inteligencia, mi ingenio, mi simpatía, mi desparpajo con alguna ex o con las futuras novias de mis renuncias. Quiero volver a casa de noche sola y no sentir miedo, quiero no tener que llevar el móvil con el 112 previamente marcado. No quiero sentir vergüenza cuando un desconocido me grite si soy guapa o si tengo unas piernas tan bonitas que me follaría (trece años, saben ustedes, tenía la primera vez que me sucedió esto). No quiero que me llamen puta por desear a alguien y liarme con él, no quiero que me llamen puta por rechazar en una discoteca al primer gilipollas que se presenta y no quiero que me llamen frígida cuando no quiero acostarme con alguien. No quiero llamar puta, zorra o guarra a una compañera que experimenta y vive su sexualidad como quiere. Quiero desanudarme todas las enseñanzas patriarcales que desde pequeña me han impuesto. Quiero no depender de nadie emocionalmente. Quiero no sentir celos. Quiero desmitificar el amor romántico. Quiero que no me hagan sentir culpable en las discusiones de pareja. Quiero que no me manipulen. Quiero ir tranquila a los bares con mis amigas sin preocuparme de que me observarán como un objeto. Quiero beber y emborracharme, sin preocuparme de que intentarán aprovecharse de mi estado. Quiero poder subir una foto de mi pezón y que Facebook o Instagram no se atreva a censurarlo. Quiero decidir sobre mi propio cuerpo.

Es 8 de marzo. Mientras voy escribiendo todo, me asaltan los recuerdos vividos de aquellas situaciones: aquella en las que a mi amiga un grupo de tíos la llamó puta en las redes sociales por liarse con un amigo, aquella en la que escupí a un tío por ser un misógino, aquella vez en que a tres amigas nos asaltó un grupo de chavales y nos intentaron besar a la fuerza, aquella vez en que casi violan a una amiga, aquellas veces que me quedaba sola en la calle cuando tenía que separarme de mis otras amigas para ir a casa, aquella vez en la que un taxista me dijo lo tarde que era y si estaba sola, aquella vez que me llamaron frígida por no quedar con un tío con el que hablé un par de meses, aquella vez que me sentí sucia y avergonzada cuando, con diez años, un chaval de clase me dijo que ya era hora de depilarme.

Es 8 de marzo. Y cualquier puto sistema que levantéis sin nosotras será derribado.