domingo, 10 de marzo de 2024

 Me pasa que sueño mucho. Sueño con ciudades desérticas y con viejos imperios, sueño con bocas y hombres inmorales, sueño con poemas que olvido inmediatamente porque los sueño y cuando despierto siento desasosiego e ira. Sueño que los tibios son otros y que nosotros nos vamos a querer siempre, sueño que el amor es devastador y funesto, sueño que la ternura es climácica. Sueño con conversaciones que nunca hemos tenido, sueño que te digo que no.

Una vez estuve loca, ¿no lo ves? Apunté todo esto en las notas del móvil y todavía no sé a quién se lo escribía.

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Ayer fui sola la teatro por primera vez. No me sentí ajena ni desorientada. La chica que se sentó a mi lado me dijo que le gustaba mi chaqueta de cuero porque llevaba tachuelas. Me pareció una obrita delicada, la voz de Carmiña, de Martín Gaite, resonando mediante IA para despedirse del teatro, una ruptura de la cuarta pared un tanto extraña. Ayuso te promete no encontrarte con tu ex en Madrid, pero supongo que se refería a las terrazas y no a espacios como un teatro en mitad de la plaza de Lavapiés. Quién lo diría. Te tuve enfrente y me resultaste un completo desconocido. Salí despavorida hacia el metro. Te escribí un Whatsapp para disculparme. No quería enfrentarme al hecho de que te he superado demasiado pronto. Escribo esto aquí porque sé que nunca lo leerás. Aunque conozcas la existencia de este blog, sé que nunca lo leerás. El amor es la capacidad de conversar de temas nimios durante horas, el desamor es el silencio más aterrador resonando en tus oídos. No recibí respuesta.


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«En el momento en el que hay alguien con quien puedes hablar, para mí que se quite el cine, el teatro, los viajes y hasta incluso placeres más fuertes. (…) Lo que motiva todas las neurosis del ser humano es lo mal que habla con sus semejantes. La literatura es un sucedáneo de la conversación, cuando ésta no es posible».

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