No me hables de las noches etílicas, y háblame de todas en las que te has emborrachado conmigo. O de mí.
No me hables de tu cinética ni de mi praxis, esas dos eternas rivales. Háblame de este simulacro de no necesitarnos.
Háblame de un tú y un yo, pero nunca de un nosotros. Háblame de la vertiginosidad de tus deseos, del desencuentro de nuestros instintos.
Que yo solo conozco un cielo, y es el de tu paladar.
Que yo solo conozco un cielo, y es el de tu paladar.
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