martes, 18 de septiembre de 2012

Otoño en el pelo.

Son días de septiembre. Esos días en que la fibra química se convierte en la cerveza, en los libros que en junio me devoraban con sus prólogos y donde mis limitaciones de literatura me condicionaban a abandonarlos o a hacerles el amor durante tres meses. O a follármelos, todavía no sé distinguir lo uno de lo otro. El refreno frente al instinto, supongo.
Son días de calentamiento global en las piernas. De tal vez narcóticas despedidas, de tal vez encuentros o desencuentros entre dos gatos inconformistas que una vez limitaron sus ganas al celo del momento. De los momentos.

Tal vez sea demasiado caótica, ardua, sarcástica, pero te aseguro que me follo muy bien a la soledad. Todas las noches me saluda en vigilia desde el balcón de sus ojos de gata. Sé que a veces la muy puta se mete en tu cama y te gime al oído, después de haber rebuscado entre mi cuerpo algún vestigio de decencia. Supongo que es otra forma de estar juntos. Siempre tan caóticos y tan relativos.




Probablemente suene a tan tópico típico que soy tan ácida y tan convergente que desistas de mí. Ya lo hiciste una vez.
Pero, ¿qué quieres? Te lo repito: son días de septiembre. De química en el bolsillo y no en la entrepierna. De que tengo tan pocas verdades universales que no comprendo el movimiento de rotación de la Tierra ni el sístole ni la diástole del miocardio.
¿Y por qué no fui la musa puta de Bukowski? ¿Qué no le gustaba de mí? ¿Ser tan trágica, tan amarga, con tan poca tenacidad emocional, una jodida psicótica más, tan whisky con soda? Dime, joder, ¿qué no te gustaba de mí? ¿que me cortase la tristeza y me desangrase? ¿que fuese tan sensible que con que solo caminases era un seísmo de deudas?

Un concepto abstracto más. Sin escapatoria. Bajo fianza. Nunca me revelé del todo para ti, supongo que por eso mantengo la intensidad, lo desconocido tanto asusta como atrae.

Lo sé, no escribo ni tan correcto ni tan ordenado como te gustaría, ni soy una erupción dormida, tu erección del domingo, pero soy una escéptica más, una don nadie, una doña de todos. Ni tan genial, ni tan previsible que te asusto. Ni tan cobarde ni tan valiente. Ni tan de ti, ni tan de mi.
¿Quieres saber que fue lo que me gustó de ti? Lo canalla que fuiste con mi lengua. Lo poeta que fuiste con mis taquicardias. Lo angosto que somos. Somos. Seremos.

Ni tan de septiembre. Ni tan de agosto.


Pero tan incombustible, con esa fibra de alma descosida, con ese don de ser tan rota, que me doy miedo a mí misma. 

Hazme epílogo de ida. Hazme la verdad universal de la cultura occidental, la ley del deseo, la dinámica del sexo, la dialéctica entre la desobedencia y el arduo aprendizaje del respeto.











Prende la chispa de la vida o, si te atreves a atravesar la línea que va del tedio a la pasión, de nuestra vida.  




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