viernes, 20 de diciembre de 2013

Ayer caminé por este desastre de ciudad,
tan símil de nosotros mismos,
rota de ganas, sin dejarme observar.
Ayer caminé por esta fría ciudad,
que es más fría si tú no estás:
imagínate que el invierno aguanta nueve meses,
y luego tengo que enfrentarme al desastre de un verano
en las trincheras sin tu boca.

Ayer borré todas las citas que guardaba de Gil de Biedma,
Ángel González, Sabina.
Para sentirme inmune.
A no sabemos qué.
Jamás me había sentido tan dependencia.

Ayer caminé por esta ciudad
que es más fría si tú nunca la has mirado.

Poco hemos escrito sobre hacer las maletas de madrugada,
doblas los recuerdos,
voz de Quique González y pelo mojado.

Tengo los ojos hundidos en este pantano de echarte de menos.

Días de impresiones, trenes.
Lleno mi equipaje de libros, poesía.
Las estaciones son los nuevos hospitales donde cogemos aire para sobrevivir,
la soledad, la nueva muerte.

Nunca había tenido el corazón tan rojo. Sin ideologías.
Tengo los ojos hundidos en este pantano de mi necesidad

de

ti.





Pero tú nunca te decides.
A dejarme descubrirte.
A descifrarnos.
A venir.
Y esta ciudad sigue fría.

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