lunes, 4 de marzo de 2013

Hoy me he puesto triste.
No por ti, ni por todo lo que me haces
o me hiciste.
Ni siquiera por lo que planeas hacerme.
O porque no sé que verbo conjugar
contigo para comprendernos
o para derribar la distancia de seguridad.

Es que te abandonaría
por todas las canciones de Carmen Boza,
de Quique González, de Sabina,
por todos los poetas que se acostaron
en noches parecidas a estas
conmigo.

Y eso, cariño, me violenta las ojeras,
me hastía la boca y me enmaraña
los sueños y los propósitos
que tenía para hacernos.

¿Sabes que significa?
Que si me cortase la tristeza
podría suicidarnos.

Y tengo miedo. De perder
y no recobrar la orientación.
Y tengo miedo. De llegar a casa
y que no me suplas los vacíos
o que no intentes comprenderlos.

Pero el rictus de triste
me hace hasta guapa
y que llueva por mi cara
es sinónimo de ausencia de poesía.

Y los adoquines de las calles
me esperan ansiosos por desgastarme
los pasos.

me pones (tan triste) porque
las prioridades cambian.

me recuerdas tanto a octubre, amor...


No hay comentarios:

Publicar un comentario