jueves, 6 de febrero de 2014

De intenciones, cervezas, relaciones, promesas a mí misma y otras movidas.

El otro día quedé con un amigo para tomar unas cañas. Antes de nada, no voy a escribir con mi praxis habitual, así que perdonadme el atrevimiento. Como iba diciendo, el otro día quedé con un amigo para tomar unas cañas, esperando encontrar una conversación vacía o banal, sin mucho esfuerzo mental, una de esas conversaciones para recoger en la memoria con bonitos vaciles e incongruencias varias. Acabamos teorizando sobre las extrañas manifestaciones del amor o, al menos, sobre los sucedáneos. Entre cerveza y cerveza (y la tapita del bar, que a los españoles nos gusta tanto) hablábamos sobre los comportamientos y actitudes de las personas y ambos llegamos a la misma conclusión: el ser humano es gilipollas.

Tranquilos, toda verdad tiene que ser argumentada.

Punto por punto. Empezaremos por el conocer a la persona. Ay. Hazte tú el interesante para ser la opción prioritaria.
Primer prototipo: leo a Chomsky, entiendo del Posmodernismo, me gusta Paul Klee y mi director favorito es Haneke. No me meto en pensar por mí mismo porque el criterio de autoridad está inventado para algo. Joder, cómo me cansáis.
Segundo prototipo: entiendo de la vida porque todo me lo enseñó la experiencia. Craso error. Ni vida ni experiencia.
Tercer prototipo: ¿qué es el ingenio?; para personas como yo se trata de la verdadera religión, para este tipo de gente un completo desconocido. Huye.
Supongo que hay tantos prototipos como personas y por eso no voy a entrar en la dialéctica de describir a todos.

Cuando de repente encuentras a alguien medianamente normal (cuando se entiende la normalidad como alguien que ve con buenos ojos tus rarezas personales) empezamos siempre suave. Pero siempre internándote en los recodos de las carencias de esa persona, haciéndote necesidad. Un día no me habla. Bueno. Pero ya dos no. Y es aquí donde creamos ese vínculo afectivo desmedido, que a veces puede llegar a rozar un  abominable control del que, ojo, yo también he participado aunque lo critique (del que aún participo).

De este control, de esta necesidad creada surge la manifestación que nos convierte en completos gilipollas. Ya lo decía mi amigo: el amor no es el que te vuelve, vienes por defecto de fábrica.
Qué gran razón. Aquí se incluye la etapa del "tira y afloja" tan conocida, la luchita de egos por ver quién va más detrás de quién, como si solo fuese uno el que buscase al otro (cuando todos sabemos que no es así, que una vez en la vida acabamos arrastrando a nuestros principios y dejando jadeante a nuestro orgullo). Esta fase también incluye las canciones, poemas, películas y cada uno de los movimientos que hagas porque todo -absolutamente todo- va a recordarte a él. Tranquilos, la vida ya se encargará de que en los informativos solo salga su ciudad, que no haya otro nombre en el puto mundo, que casualmente todos sus gustos sean los gustos de todos. Ay, los excesos. Ponte tú a olvidar.

La etapa de las dudas. ESTA ES MI FAVORITA. Voy y vengo pero me quedo y me vuelvo a ir y no estoy pero estoy. En resumen: de las mayores putadas que se han creado nunca. Ahora sí, ahora no, ahora quizás, ¿qué sentirá el otro? ¿qué siento yo? ¿y si me arriesgo? ay, no. ¿Me arriesgo? Venga, vale. No. Creo que si a las personas nos abriesen nos saldrían incertidumbres por todos los ángulos. La mayor de las tragedias es cuando implicas al otro en tu bucle constante de paranoia, cuando te arriesgas a perder. Cuando pierdes.
Aquí interviene el miedo inherente, la puta deducción que tenemos que hacer de los mensajes cifrados en clave. ¿Qué me quiere decir con esto? Ay. Voy a hablarle de otra persona para que vea que estoy disponible en el mercado. ¿Para qué coño creamos falsos celos?
Y la ambigüedad que siempre es una buena aliada para no pillarte los dedos. Medir cada una de las palabras: me gusta tu forma de ser, conectamos muy bien, nunca había conocido a alguien así.

Como si no fuera más fácil decir que nos gustamos y se acabó. Léelo bien: que me gustas, que me gustas, que me gustas. Así de fácil y así de jodido decirlo.

El ser humano es contradictorio, inseguro y gilipollas. Y por supuesto que yo también he colaborado con todo lo anterior. Pero yo ya no más. Aunque sea difícil hacerlo sola.

Y si nos dejamos en jirones, ¿qué?
Las causas perdidas también buscamos que nos den un poquito de sentido.

A veces hay que prestarse o a que te partan la boca o a que te la besen.


http://www.youtube.com/watch?v=6yE-ym9CEFo&feature=kp

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