martes, 18 de diciembre de 2012

Descendí hasta tu infierno
pero aquí me tienes,
sobrevivo.
He llorado a las injusticias,
a Palestina, Argentina y Nicaragua.
Me bebí de un trago la desesperanza,
y aún me cabe un chupito de
tu ausencia.
He escrito poemas a hombres sin rostro,
a caras inconclusas que solo
buscaban follar en
los hoteles de Buenos Aires
donde tú y yo nunca hemos estado
pero donde hemos desgastado las almohadas
las sábanas,
la piel.
He mirado cientos de cielos
con cientos de ojos
azules
marrones
negros
verdes
pero ningunos tan profundos
como los tuyos,
con esa insensata manía
de desnudarme con
tu pupila.


Tus cicatrices son los diques de mi rabia.
Tus cejas son el mayor paraíso fiscal.
Tu ombligo es el epicentro de mi locura,
tu lengua un tsunami en mi sequía.
Tus piernas la mayor enredadera por la que trepar,
tus uñas son balas que atraviesan mi piel,
tus dientes son emisarios de Satán.

Tu boca es la respuesta a todo.

He hecho millones de cosas,
atreverme,
desinhibirme
drogarme
llorar
quererte mal
odiarte bien
pero nunca
he conseguido
acallar estos tumultos
del corazón.

Nunca te he odiado,
te tolero
pero es que en noches
como estas
recuerdo la triste historia
de tu cuerpo
sobre mi cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario