martes, 28 de enero de 2014

Aquí no tenemos reglas de convivencia porque somos el desorden en contrasentido. A placer de tocarnos a manos vacías. 

Rescato este verso porque es el único modo de no perderse en contrasentido. A placer de tocarse a manos vacías.
Entrecierro los ojos mientras Benjamín Prado recita algo de Ángel González para salvar a la humanidad de ausencias no compartidas, que son la patología principal del miedo.
A placer de tocarse a manos vacías.

Cojo todos los trenes posibles pero ninguno me lleva a casa y acabo arrepentida en el mismo bar de esta ciudad, hablando con cualquiera del precipicio de falsas ideologías y de los valores subcutáneos de tus manos. Ahora parece que vas a mezclar fuego y gasolina.

Una aprende a necesitar así, sin garantías.


Pero Rebeca Jiménez me susurra que hay mil maneras.


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