martes, 2 de septiembre de 2025

Salamanca

 El dolor es universal. ¿A quién no le ha dolido la pérdida de un amor, la decepción de una amistad o la muerte de tus padres?

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No sé si eres consciente de que, cuando escribes, lo haces también contra mí, conmigo, a pesar de mí.

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He leído un libro de Rafael Chirbes durante este verano y me hubiese gustado contarte qué sentí al hacerlo: desazón, desasosiego. En el prólogo de la edición que leí de La buena letra, Chirbes cuenta que eliminó el último capítulo porque nunca creyó en la idea de que el tiempo corrige las injusticias, sino más bien las hace más profundas. Quiso liberar, así, al lector de esa falacia. Para él, la justicia del tiempo era inaceptable por engañosa. 

El libro cuenta la historia de una familia del bando perdedor y de la miseria que trajo consigo la posguerra. Me fascinó porque Chirbes configuró una manera para mostrar que lo cotidiano y lo íntimo también es necesariamente político.

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Este verano me han llamado dos personas diferentes radical por mis opiniones políticas. Les contesté que la realidad era radical. Cómo me gustaría desligar mi mirada, a veces, de una realidad atravesada  inherentemente por lo político. 

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Todos los hombres de mi vida, de un modo u otro, están vinculados a la misma ciudad. A veces pienso que jamás podré desligarme de ella.

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En The Young Pope, Jude Law se pregunta: ¿Qué es más bello, amor mío? ¿el amor perdido o el hallado? No te rías de mí. Lo sé, soy torpe e ingenuo en lo que se refiere al amor, y hago preguntas sacadas de una canción pop. Esta duda me supera y me hace flaquear. ¿Encontrar o perder? A mi alrededor la gente no deja de suspirar. ¿Lo han perdido o lo han encontrado? No puedo decirlo. Un huérfano no puede saberlo porque le falta el primer amor, el amor de sus padres. De ahí viene su torpeza, su ingenuidad. 

Me dijiste en aquella desierta playa de California: "puedes tocarme las piernas". Pero no lo hice. Eso, amor mío, es amor perdido. Por eso nunca dejo de preguntarme, desde ese día, ¿dónde habrás estado? ¿y dónde estarás ahora? Y tú, brillo incandescente de mi juventud malgastada, ¿lo has perdido o lo has encontrado? No lo sé, y nunca lo sabré. Ni siquiera recuerdo tu nombre. Y no tengo la respuesta, pero me gusta imaginármela así. Al final, amor mío, no tenemos elección. Tenemos que encontrarlo»

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