sábado, 21 de junio de 2014

Hace días que pienso en toda la vida que dejamos escapar, las metas inalcanzables donde sufrimos el alma -si acaso existe la metafísica física-, en el sentido recto del camino aunque arrojemos resquicios de nosotros mismos en cualquier curva. Hace días que es sábado y a mí me hierve la piel.
Salgo a la calle y me aboco a la imposibilidad de teneros, nos asfixiamos con la contaminación de las promesas que hacemos a la ligera, aun sabiendo que después la indecisión no justificará la derrota: ¿quién se atreve a sostener que mi corazón no es una locura?

Hace días que pienso en la mudanza de los sentimientos, la eterna y honda decisión del no volver a escribirte, de la mañana sin poemas a los que aferrarse, más pulmonar, más racional, menos palpitante, menos sanguínea, menos viva. 
Hace días que pienso en la mudanza de los sentimientos, la prolongada decisión del no volver a llamarme, de las noches sin despedidas -a mí me da un vuelco el corazón cuando me dejas sin avisar-, más grávido, más debacle, más relámpago, menos luz. 

Recorro librerías con la idea de encontrar tu nombre en cualquier lomo, tus letras impresas en mis párpados, la agonía aleteando en la mente, la firme idea de que me habrás cambiado por cualquier señorita de labios rosas y mirada primaria, básica, con el talento desgastando los tacones, con el pubis característico de las muñecas de porcelana, con la idea interiorizada de que una poema sirve para decorar y no para cambiarte y quererte.

Hace días que pienso en todo lo que me estoy vedando a mí misma, la ley seca del deseo acechando en mis bares tomando copas con la insulsa creencia de que te alejarás de todos y me buscarás -vivo en el número 7, calle Melancolía-, la terca idea de que siempre existirá algún impedimento para tocarte acosándome.

Nunca supe escribir más por la creencia de la pérdida del tiempo en palabras rígidas que se adhieren a las paredes de los espacios de la incomprensión.  Porque te tengo y no. 

Es terrible
terrible
-t e r r i b l e -
se me deshace el deseo en las manos, las emociones se quedan a medio digerir.







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