lunes, 10 de marzo de 2014

'Puede que fuéramos demasiado jóvenes, no sé, o fue culpa de esa sensación absurda de que si encuentras a la mujer de tu vida con veinte años lo mejor es huir.' (Trueba)

Y mira que hora es. La 1:25 de un puto martes y aquí tengo las palabras ácidas, divergentes, dispuestas en fila para precipitarse a la hondonada de la tristeza. Contra toda certeza, contra todo pronóstico, elijo las notas que he escrito de madrugada, casi dormida, en las paredes internas de la soledad, apuntes de calles más rutinarias que mi vida -de mi casa a mi ruina, de la ruina a tu casa- sin dejar convencerme, sin propagar creencias propias -ya ni en mí misma. De la pólvora mojada, de las rebeldías de mujer a tientas, de incendio a brasa fría.

No sé por qué he elegido la oración -ahora Padrenuestro de las monotonías emocionales- de Trueba y, sin embargo, ahí está, como antecedente de todo, como descendiente de nadie. También los trenes siguen descarrilando.

(también
seguimos
en el andén
esperando)




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