viernes, 15 de junio de 2018

Asumir la incertidumbre como una causa congénita,
anidar en el miedo para no enfrentar el presente,
despedirse del futuro.

Apuntarse a terribles programas de coaching
para salvar la autoestima propia,
reconocer que has dilapidado tus ahorros.

Acostumbrarse a cumplir años y
a perder amigos que no lo fueron,
elegir un epitafio personal.

Comprometerse con un amor líquido,
desear que tus ex sean felices,
descubrir que cuando se escribe la palabra acertada
el cuerpo termina por doler.

Parecer un extraño fragmento,
concluir en una grandeza rota,
expulsar la melancolía por los dedos:
así llega la ígnea tormenta que me recorre,
un verano impropio en el que
me resuelvo ajena y deshabitada.


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