lunes, 30 de noviembre de 2015

Él solo era un hombre

Él solo es un hombre.
Eventualmente cansado y visceral,
ocasionalmente tedioso y sangrante.
Él solo fue un hombre.
Con garganta y costillas,
su bocado de Adán contra la desidia,
sus polvos y sus virtudes.
Todo esto es este hombre.
Arrastra cierta urgencia política,
un malogrado amor propio que aprendió del barrio,
el desorbitado orgullo burgués,
la aparente sinceridad -aparente, léase de forma consciente-,
sus vísceras atípicas,
la despellejada soledad,
la lucha constante que no le pertenece a nadie -en este apartado haga usted relectura-.

Él solo es un hombre.

Con su hueso sacro,
su intestino delgado,
su drama contenido,
su ineficacia humorística,
su talento oscuro y su sexo devoto.

Una vez me lo crucé, estática e inmóvil tarde de lluvia.
De estos locos furiosos acosándonos el alma
nosotras también nos desligamos.
Queridos: vuestra vida es un coñazo sin nosotras
-esta letra jamás te la protestaré-.

Sin embargo, siempre vuelven,
volverán -solemnes- las noches de reyerta.

¿De qué hablábamos tantas horas en tantos sitios?
Ya no puedo recordarlo.

1 comentario:

  1. Creo que ya te lo he dicho alguna vez, pero, si no, cuando escribes me encantas.

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