domingo, 1 de diciembre de 2024

Este viernes terminé de ver en los Cines Verdi las nueva serie de Rodrigo Sorogoyen: Los años nuevos. Me pareció un relato ultrarrealista de dos personajes erráticos y torpes atravesados por un tiempo donde el deseo rige y mueve, atravesados por un tiempo donde el amor está de paso. Me pareció tierno el retrato de Óscar, un hombre atormentado por una fe inamovible, aunque hubiesen pasado los años, aunque hubiese pasado la vida. Me vi reflejada en ciertos momentos; no lloré, no lo hice, pude hacerlo y no lo hice. El halo triste de un espíritu pusilánime y vulnerable siempre generó en mí cierta compasión significativa. 

Me pareció divertida la radiografía de Ana, valiente e indómita, egoísta y libérrima, buscando escapar de una rutina ineludible, buscando un amor franco y voraz, conformándose con una conexión emocional cuestionable, un marido bueno, muchas noches de hotel con la culpa acomodada en el pecho, un pensamiento intrusivo, un recuerdo en un momento de debilidad. Me vi reflejada en todo eso; no pensé en ti, quizás sí lo hice, pensé en ti y lo negué.

*

Me hubiese gustado contarte cómo me sentí cuando me lancé a las calles de Madrid después de ver esta serie, después de estar en un coloquio con Rodrigo Sorogoyen. 

Anoche soñé contigo. Me rompía en un abrazo triste y desatento porque sabía que era nuestra despedida. Yo sabía que aquello había fracasado. Te abracé tan fuerte que me desperté y apenas había entrado el sol por la ventana: penumbra.

*

Muchas veces escribo en este blog a hombres diferentes, ¿no te das cuenta? 

*

Hay veces que apunto en las notas de mi móvil ciertas impresiones o sensaciones, palabras sueltas sin un hilo conductor, solo emociones: polución, cielo anaranjado, autobús, amanecer, cuatro torres, amor, miedo, melancolía, saberse imprecisa, desdibujarse.

*

Dice Borges: "Lo que de verás fue, no se pierde; la intensidad es una forma de eternidad".