Escucho en la cafetería de mi instituto que las mujeres de hoy en día somos egoístas por no querer tener hijos con veinte y tantos años. Me gustaría mirarles a los ojos y decirles que el feminismo me liberó de aguantar dinámicas que no quería, de soportar historias venenosas e intrascendentales. También pensé en que nos vertebran condiciones económicas y socioculturales diferentes, aunque se empeñen en repetirme con insistencia que el problema de la vivienda es algo que siempre ha gravitado en nuestro país. Al fin y al cabo, pensé, todo es política, incluso la maternidad.
Después tomé el café y no dije nada.
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Volví a encontrarme meses después con una persona con la que tuve mucha química. A veces resulta complicado y doloroso gestionar situaciones en las que sientes una cuerda firmemente tensa uniéndote a alguien, un vacío imperturbable, una extraña energía insondable conectándote a una toma de tierra.
La historia no terminó de resolverse porque me sentía en una eterna competición de egos constante. Recuerdo que te conocí en época de postpandemia y nos saltábamos el toque de queda juntos. Nuestro grupo de amigos se iba disolviendo lentamente, como gotitas de vapor, hasta que nos quedábamos solos en cualquier terraza de La Latina. Entonces nos mirábamos a los ojos.
Pienso en aquel día en el que te miré de frente, junto a la boca de metro, a escasos milímetros, y podía sentir cómo gravitaba entre nosotros el miedo y la decepción. Yo sentía tus ojos de animal colérico y hambriento sobre mí, como un pozo negro de abismo indescifrable. Quise detener el tiempo en aquella plaza de Madrid, como si la vida no importase, como si nuestras diferencias no importasen. Jamás nos besamos.
Han transcurrido varios años desde que nos encontramos y hemos conocido a más personas desde entonces. Es curioso que, siempre después de coincidir, aún me mandes un WhatsApp preguntándome si he llegado bien a casa.
Es la primera vez que escribo en este blog sobre ti.
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El viernes pasado vi por primera vez Princesas de Fernando León de Aranoa. Me gustó eso que decía Candela Peña de que existimos porque alguien nos piensa y no al revés.
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Dice también Candela Peña en esta película: "Es rara, ¿no? La nostalgia.. porque tener nostalgia en sí no es malo, eso significa que te han pasado cosas buenas y las echas de menos. Yo, por ejemplo, no tengo nostalgia de nada porque nunca me ha pasado nada tan bueno como para echarlo de menos. Eso sí que es una putada. ¿Se podrá tener nostalgia de algo que aún no ha pasado? Porque a mí a veces me pasa. Me pasa que me imagino cómo van a ser las cosas y luego me da pena cuando me doy cuenta de que aún no han pasado y que quizás no pasen nunca. Y entonces me entra la nostalgia y me pongo súper triste, pero es como una tristeza a cuenta, como la fianza de cuando alquilas una casa pero con tristeza, que la pones por delante porque, total, sabes que la vas a acabar utilizando igual".
Yo siento nostalgia de todas las vivencias que no he compartido contigo.
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Después de la película, hubo un coloquio entre Fernando León de Aranoa y Juan Diego Botto en el que conversaron sobre la importancia de visibilizar las periferias y los márgenes, todo aquello que se encuentra forcluido para la sociedad. Me acordé de la película de Botto, En los márgenes, donde aborda la problemática de los desahucios y los fondos buitres como uno de los cánceres más certeros e irreversibles.
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¿Qué es un deseo cuando se cede a este?
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El domingo fui al Prado. Cogí el autobús desde mi barrio en una mañana soleada y fría de febrero. Contemplé un Madrid pacífico y manso mientras escuchaba La Bien Querida en los auriculares. Me pareció la ciudad más hermosa para esta etapa vital posadolescente en la que sigo atravesada.
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Ayer terminé Intermezzo de Sally Rooney y cené sushi. No me ha parecido el mejor libro de la irlandesa, pero aún así lloré. Es divertido cumplir clichés y no sentir culpa por ello.
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Esta mañana he ido a comprar al supermercado y, mientras escuchaba música y la tote bag me ondeaba al compás de mis pasos, pensaba en la trascendencia, yogures caducados, los afectos, berenjenas rellenas para mañana, desequilibrio, queso cottage, relaciones de poder.
Pagué y caminé por un barrio hospitalario y hermoso.
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Ambivalencia y conmiseración son palabras que me gustaría incluir en algunos de estos textos.
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Amor y política: un imaginario colectivo, un mantra, un espacio compartido, un poema, una herida, una manera de llegar a ti.
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Dice Alfonsina Storni: "Yo nací para el amor".
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