Nunca aprendo del todo a fundarme en otro carne, en otra herida. Yo siempre fui más de buscarme en terrazas al sol, paisajes despreocupados y canciones obsoletas -esta es mi patria, quien me probó, lo sabe.
Quizás irremediablemente justifico esta desafección a lo propio, a la negación misma, a la huida lenta e imprecisa. Pero ciertas tardes yo imploro al no abandono, a la causa perdida con efecto redimible, a las mañanas con sabor a beso, a las noches que guardan el tacto de sábanas de franela. Pero ciertas tardes yo reclamo los días que me guardo, los recuerdos de citas célebres -Hoy ha muerto mamá. O quizás fue ayer.-, los amores transidos de distancia, los días de lluvia y de su cuerpo, las tardes donde reclamo fundarme en otra carne y en otra herida y en otro abrazo.
Pero yo nunca aprendo del todo a derruirme en otro tacto.
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