La tarde.
En mi casa,
se cantan los goles
desde mi infancia
del equipo descosido
pero provisto de valentía
-que es quizás lo que me lleva
a blasfemar contra la cobardía-
igual que...
Por la noche
me descoso entre copas
que me conducen
a escribirte todos los mensajes
que relego a borradores
-jamás acepté la
derrota diaria.
Es atroz la contradicción.
La madrugada.
Los latidos acumulándose
en el pecho.
Cuando grito a todos
que el verso de Benedetti
porque te tengo y no
debería haber sido mío.
(al menos esta noche
al menos estos días)
Qué puta la distancia y las ciudades que la cobijan
Qué puta la distancia y las ciudades que la cobijan
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