Me aterra la sola idea de todos los poemas que ya he vivido -por las noches yo los destripo y los desangro porque vivirlos es matarlos- y que se van abandonando en alguna dimensión de fuga, en algún vértice de la memoria trasnochada. Solo los versos que nos calan, hieren.
Aunque a veces pienso que la memoria es la ineficacia absoluta del hombre.
Por si acaso yo decoro mis estanterías con todas tus oraciones:
Hazme pura, Señor, pero no todavía.
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